Isabel
Le
pagué al taxi, entre corriendo al edificio y apreté el botón del ascensor.
Entre, comencé a mirar el celular, tenía cuarenta pisos hasta que llegué a la
planta donde estaba mi oficina. Alguien entro en los últimos segundos que
cerraba la puerta. Era Tomás, el reciente prometido de Ginebra y, un secreto,
no me caía nada bien.
-
Hola - dijo el sonriendo
-
Hola Tomás ¿Qué haces por acá? – respondí mirando el número del ascensor
rogando que suba más rápido
-
¿No te dijo Ginebra? – contestó sorprendido
-
¿Qué me tenía que contar? – susurre mirándolo sin interés
La
puerta se abrió y entró un hombre – unos treinta y cinco o cuarenta años – me
sonrío y se puso al lado mío. Miro la mano en busca de algún anillo de
casamiento, es algo que hacía cada vez que veía alguien que era lindo o me
parecía atractivo. Estaba casado, que suerte tenía la esposa.
No
estaba prestando atención a lo que me decía Tomás, era algo relacionado a su
trabajo y las oportunidades y, de repente, en medio de su discurso escucho la
palabra “Nos vamos a España”.
-
¿Qué? – dije abriendo mis ojos de par en par
-
Lo hablamos esta mañana y nos vamos a ir a España después de casarnos –
respondió sonriendo – vamos a casarnos en unas semanas. Este es mi piso, nos
vemos Isabel. No le digas a Ginebra que te conté la noticia, me odiaría por
adelantártelo – agregó antes de bajar del ascensor.
-
¿Hace cuánto son amigas? – dijo el desconocido al ver mi cara de desconcierto
-
No deberías escuchar conversaciones ajenas – respondí molesta antes de bajar
del ascensor.
Fui
hasta el escritorio dónde trabajábamos con Lily, nos sentábamos una frente a la
otra y había un divisor de por medio que, a pesar de que era para
“concentrarse” nos hablábamos una la otra continuamente. Ella me paso el café
por encima del divisor sonriendo y se quedó apoyada ahí.
-
Fuiste llamada a la dirección por llegar tarde – dijo divertida
-
Solo tarde cinco… - mire el reloj de mi celular - … media hora más. Bueno, está
bien me lo tengo merecido, pero es culpa de esa fiesta – dije parándome y
dándole un sorbo rápido a mi café antes de ir a la oficina del nuevo jefe.
-
¡Suerte! – gritó Liliana y toda la oficina la miró
Sonreí
divertida, bajé unas escaleras y fui directo a la oficina dónde me esperaban.
-
Disculpe, señorita – dijo una chica detrás de un escritorio con cara molesta
-
¿Si? – respondí volviendo hacia atrás
-
¿A dónde va? –
-
A hablar con el jefe, sé que me estuvo buscando – contesté con cara de “que te
importa a donde voy” –
-
El señor Darcy no se encuentra disponible todavía – respondió acomodándose los
anteojos y mirando su agenda.
-
¿El señor Darcy? – dije sonriendo - ¿Mark Darcy?
-
Si, el Señor Darcy – contestó enojada
-
Bueno, voy a esperar al “Sr. Darcy” –
Me
señalo unas sillas y me senté, se notaba que nunca había visto “El diario de
Bridget Jones”. Pobre tipo, el mismo nombre de que el maravilloso y
estructurado Mr. Darcy.
Martina
Estaba
en la oficina de mi editor esperándolo. El entró, se sentó en su silla y me
extendió una tarjeta de ingreso al edificio de la editorial mientras me miraba
serio.
-
¿Qué es esto? - dije mirando la credencial – Sabes que yo no uso credencial
porque trabajo desde mi casa –
-
Lamento informarte que vamos a mandar a alguien más a los viajes, queremos
darle una nueva mirada, más fresca y juvenil. Por este motivo, vas comenzar a
trabajar en la revista haciendo las entrevistas que te asignemos y, también,
escribiendo sobre las actividades que se puede hacer en la ciudad –
-
Pero si yo soy joven todavía, tengo 28 años ¿Qué más juvenil querés hacer las
crónicas de viaje? – respondí molesta
El
miro a través del vidrio y, cuando me di vuelta para observar en esa dirección,
vi a una chica de uno 20 años sonriendo.
-
No es en contra tuyo, Martina – dijo el al ver mi reacción - los directivos
quieren otra mirada y bueno, la contrataron a ella porque es amiga de uno de
sus hijos porque empezó a estudiar periodismo –
-
Si, ya me di cuenta. No soy así de joven, pero no sabía que ya era una anciana
para hacer notas de viajes –
-
Vas a tener el mismo sueldo y… -
-
No es necesario que me digas más, ya sé cómo funciona todo acá. Te doy mi
anuncio dos semanas de renuncia – dije seria
-
Martina, medítalo unos días. Es exagerada tu reacción y deci… -
-
Lo voy a pensar, pero no creo que cambié de opinión – respondí
Salí
del edificio molesta por la situación, no tenía problema con que me reubiquen,
pero no bajo esas circunstancias, no cuándo hacía bien mi trabajo y sacrifiqué
mucho en mi vida para poder seguir haciendo lo que amaba.
“Hacemos
noche de chicas en el bar de siempre”, escribí en el grupo que teníamos con mis
amigas. El grupo se llamaba “La vida pasa”.
“Si,
por favor. Estoy a punto de conocer a Mr. Darcy”, escribió Isabel
“¿A
Colin Firth?”, respondí
“No,
no. Esta noche les cuento ¿Ginebra, vas esta noche?”, contestó Isabel
Ginebra
no contestaba, seguro estaba ocupada.
Ginebra
Fui
a la constructora a buscar los planos, mi celular vibró dentro de mi cartera,
lo estaba por sacar y apareció Ian. Él era el contador de la empresa y
primo-hermano de Tomás, hoy estaba con su hija de seis años en la oficina. Lo
miré y le sonreí.
-
¿Cómo estás, Gin? – dijo dándome un beso en la mejilla
-
Bien – respondí sintiendo como mi piel se erizaba – Hola Francesca – agregué
agachándome a saludarla con un abrazo
-
¿Y el tío Tomás? – contestó sonriendo
-
El tío está en su trabajo haciendo cosas aburridas de adultos – respondí
mientras me paraba
-
Felicitaciones por el compromiso y por España – dijo sonriendo – me contó Tomás
que se van a ir en las próximas semanas a vivir allá –
-
Gracias, estamos viendo todavía si nos vamos – respondí intentando sonreír
-
Ah bueno, me dio la sensación de que lo habían decidido porque me consultó
sobre las visas y me mostró el departamento que había alquilado allá – contestó
mientras le ataba los cordones a Francesca - Espero no haber generado problemas
entre ustedes – agregó cuando se paró y vio mi cara.
-
No, para nada. Bueno, debo irme a trabajar. Adiós, Francesca – dije dándole un
beso en el cachete – Nos vemos, Ian – agregué nerviosa antes de irme
Fui
al ascensor, miré el teléfono y vi el mensaje de Whatsapp en el grupo La vida pasa.
“Perdón,
estaba trabajando ¡Nos vemos esta noche!”.
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