Capítulo 1
Isabel:
Fue una “fiesta” de trabajo porque mi empresa se había
fusionado con nuestra competencia. A pesar de que la fiesta había sido el
sábado, mi estado de trasnoche y alcohol siempre me duraba varios días.
El despertador comenzó a sonar de nuevo, lo empuje de la
mesita de luz y cayó al suelo sin detenerse. Luego de un par de minutos, se
apagó. Paz, por fin.
Tenía que sentarme pero no tenía fuerzas, anoche me había
quedado hasta la madrugada viendo The Big Bang Theory y Friends, mis series
favoritas. Me pare despacio, me sentía como una momia al caminar, me sostuve en
la pared mientras trastabillaba para llegar a la televisión para escuchar las
noticias mientras preparaba el desayuno.
Prendí la TV y cuando mencionaron la hora en una noticia
de último momento mientras bostezaba, abrí mis ojos de par en par. ¡Mierda!
¡Mierda! ¡Mierda!, grite mientras comenzaba a correr por mi departamento. Iba a
llegar tarde al trabajo, mi primer día de trabajo después de la fusión y los
nuevos jefes no eran tan amables.
Agarré la ropa que tenía a mano en el ropero – un jean,
una blusa color salmón y unas zapatillas negras – lo deje en la mesada del baño
y entre a ducharme más rápido que Flash, como me gustaría ser él en este
momento.
“Voy a tener que comprarme un café para llevar en el Starbucks
de la esquina del edificio”, pensé mientras me ponía mi ropa. Espero que
Liliana pueda cubrirme unos minutos con los jefes nuevos. Me “maquille” aunque mi
único maquillaje era un delineado negro que resalten mis ojos grises, me hice
media cola y la sujete con un broche en forma de moño.
Agarre mi mochila, sin mirar su contenido, toque el timbre
del ascensor varias veces, comencé a bajar las escaleras corriendo y pensé “Por
qué todo el mundo usa el elevador cuando yo necesito irme rápido”. Me detuve de
golpe en el quinto piso y me acordé que no había cerrado la puerta de la casa “¡Mierda!”.
Subí corriendo, ya no sabía cómo me veía, solo sabía que
seguramente cuándo logré llegar a mi trabajo iba a tener mi pelo parado, el
delineado un desastre y – para colmo – sin un vaso de café que me ayudé a no
odiar a las personas.
El elevador se abrió justo cuando termine de cerrar mi
puerta de mi departamento, entre corriendo y apretó el “0”. Mi celular suena,
era Liliana.
- ¿Dónde estás? -, preguntó apenas atendí.
- En el ascensor de mi edificio, me olvidé…-, respondí
- ¿Te quedaste dormida?
- Si, pero enseguida tomo un taxi para allá… me haría
falta un…- contesté, pero -otra vez- no me dejo terminar la frase
- Ya te compré café, bésame los pies en agradecimiento cuando
llegues – dijo divertida antes de colgar.
Sonreí y guardé el celular en el bolsillo del jean. Llegue
a la calle de mi edificio, pare un taxi y le pedí que vaya lo más rápido
posible.
Martina
Sonó el despertador, abrí mis ojos, me desperecé y sonreí
pensando “lunes, otro día que comienza”. Me levanté de la cama tarareando una
canción que escuché en algún lugar el día anterior, abrí las cortinas y vi que
estaba soleado.
Me vestí con ropa de gimnasia para irme a correr en la plaza
que estaba enfrente a mi departamento. Cuando llegué vi a una pareja paseando
de la mano y riéndose. Sonreí, deseaba tanto estar en pareja, pero mis viajes
de trabajo no me lo permitían.
Hoy tenía que ir a la editorial a hablar sobre mi viaje a Egipto,
trabajaba en una revista internacional de viajes turísticos. Ahí escribía notas
sobre qué cosas se debería conocer en la ciudad o región elegida y, también, un
poco sobre la historia, las costumbres, entre otras cosas.
Este mes, me tocaba ir al Cairo y, el mes siguiente iba a la
India, pero todavía no habían elegido las ciudades. Lo bueno de trabajar así es que no estaba
encerrada en una oficina como mis amigas Isabel y Ginebra.
Volví a mi departamento, me di una ducha de agua caliente
para aflojar los músculos, me vestí con un jean, una remera de “The Who” y mis
zapatillas azules. Preparé un café con tostadas para desayunar antes de ir a la
editorial a hablar el itinerario del viaje con mi jefe.
Ginebra:
Lunes, otra vez, odiaba los lunes porque eso significaba
que mi fin de semana perfecto terminaba. Sentí una caricia en mi espalda y
sonreí, era Tomás. Nos habíamos comprometido hace unas semanas, me lo propuso
cuando cenábamos en el bar dónde nos conocimos.
Esa noche, tres años atrás, Isabel, Martina y yo estábamos
celebrando “el paso de la vida” y que las tres estábamos solteras por primera
vez después de mucho tiempo. Tomás estaba jugando al pool con sus amigos, nos
miramos y eso fue todo, sentimos tanta atracción que terminamos teniendo sexo
en el baño.
Me giré para mirarlo, le acaricié la mejilla y le di un
beso.
- Buen día, futura esposa –, dijo sonriendo
- Hola –, susurre abrazándolo
- ¿Querés desayunar acá o afuera? –, contesto dándome
un beso en el pelo
Mire el reloj y suspire.
- Tengo que irme a la oficina a buscar unos
planos y supervisar unas construcciones -, respondí sentándome en la cama.
- No preferís festejar nuestro compromiso -,
dijo divertido mientras me daba un beso en la espalda
- Sería un buen desayuno -, contesté antes de
comenzar a besarlo – pero tengo que irme -, agregué mientras me paraba de la
cama.
- Osita -, dijo serio y sentándose en el borde
la cama
- ¿Si? -, respondí mientras buscaba ropa en el
armario
- Tenemos que casarnos rápido, en menos de un
mes –
- ¿Por qué? -, contesté dándome vuelta para
mirarlo
- Van a trasladarme a la sucursal de España –
- ¿Qué? – dije cruzándome de brazos
- Me ofrecieron un trabajo de CEO allá, es un
buen sueldo y nos dan un departamento…-
- Yo no me estoy por ir a España, Tomás – respondí
seria – Tengo mi vida acá, mi trabajo, mis amigas, todo –
- ¿Podes pensarlo? Allá vas a conocer gente
nueva y …
- No tengo ganas, no me quiero ir y punto –
dije enojada yendo al baño para vestirme y salir lo más rápido de ahí.
Tomás se acercó a la puerta del baño y me
insistió en que lo piense, que era importante para nosotros y quería que me
vaya con él porque me amaba.
- Lo voy a pensar, pero no me presiones –
contesté cuando abrí la puerta del baño
- Necesito una respuesta para el viernes por
mi trabajo y, si nos vamos, por las visas – dijo dándome un beso en la mejilla.
- Ok -, respondí mientras agarraba mi cartera
para irme.
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